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Deja de soñar… ¡haz planes!

¿Nos casamos este año? ¿es buen momento para tener un hijo? ¿puedo iniciar mi propio negocio? A lo largo de la vida tomamos decisiones como éstas. ¿Qué tienen que ver con tu bolsillo?

Si respondiste que nada, estás muy equivocado.

Si no sabes a dónde vas, podrías terminar en cualquier otro lugar”, solía decir el legendario beisbolista Peter “Yogui” Berra. La frase, entre chusca y genial, podría usarse para describir la forma en que solemos reaccionar respecto a nuestras finanzas personales. Para evitar situaciones inesperadas o escenarios complicados, es preciso utilizar un conjunto de herramientas que nos ayuden a darle dirección a nuestras decisiones: la planeación financiera.

Si crees que el tema tiene muy poco qué ver contigo, piénsalo dos veces: no importa cuáles sean tus intereses y tus motivaciones, la planeación financiera puede ser la diferencia entre cumplir tus propósitos y no hacerlo. En serio. No nos referimos a volverte millonario, ni a situaciones que se queden en la esfera del dinero. Hablamos de tener más elementos para decidir cuestiones como: ¿busco trabajo o sigo estudiando? ¿podría pagar una emergencia médica? ¿puedo tomar unas vacaciones? ¿rentamos una casa o pedimos un crédito para comprarla? ¿de qué voy a vivir cuando no pueda trabajar?

Lo cierto es que hacemos planes todo el tiempo, incluso sin darnos cuenta. Y aunque no siempre estemos conscientes de ello, esos planes están ligados de una u otra forma a decisiones económicas, pues para concretarlos requerimos bienes y servicios por los que debemos pagar, y antes de actuar tomamos en cuenta la relación costo-beneficio. Aunque los pros y contras de nuestras acciones no necesariamente se miden en términos económicos, buscamos siempre la alternativa que signifique mejorar (o al menos mantener) nuestro nivel de vida. Así pues, lo más conveniente es trazar un plan de vida que te permita saber a dónde quieres llegar.

Qué quieres, qué tienes

Haz una lista de todo lo que quisieras lograr a lo largo de la vida. Ve apuntándolo a medida que se te ocurra y no dejes nada fuera: aprender a nadar, comprar un coche, cambiarte de casa, tener otro hijo, viajar, montar un negocio, comprarle una casa a tu mamá, dejar de trabajar… una vez que consideres que tu lista está completa, el siguiente paso es establecer prioridades. Ordena tus proyectos del más al menos importante (por el momento no te fijes en cuánto costaría cada uno, ni cuánto tiempo te llevaría concretarlo).

La fase que sigue es identificar tu punto de partida, es decir, hacer un balance general de tus finanzas. Mucha gente cree innecesario este paso, pues piensan que tienen muy clara su situación. Para que te des una idea, intenta responder las siguientes preguntas:

  • ¿Cuánto ganaste exactamente el año pasado?
  • ¿Cuánto ganas exactamente cada mes? (si tus ingresos no son fijos, calcula cuánto ganas en promedio cada mes, y si es posible identifica cuáles son los peores y los mejores meses del año).
  • ¿Qué porcentaje de tus ingresos destinas a gastos básicos (comida, vivienda, alimentación)?
  • ¿Cuánto gastas cada mes?
  • ¿Cuánto debes exactamente (tomando en cuenta tarjeta de crédito, crédito de auto, crédito hipotecario, otras deudas)?
  • ¿En cuánto tiempo terminarás de pagar esas deudas?
  • ¿A qué edad podrás retirarte?

Responde las preguntas con la mayor precisión que puedas: entre mejor conozcas tus finanzas, tu plan resultará más viable y te evitarás sorpresas. Si no acostumbras llevar un presupuesto de tus gastos, tómate al menos un mes para armarlo (aquí te decimos cómo).

Cuando tengas completo tu presupuesto sabrás también cuánto dinero puedes destinar a pagar deudas, o en su caso, al ahorro. Esto es importante porque tu capacidad de ahorro será la base de tu plan financiero. Supongamos, por ejemplo, que después de hacer tu presupuesto te das cuenta de que puedes ahorrar $800 al mes. Eso significa que, en números redondos, puedes ahorrar $9,600 al año sin contar las cantidades adicionales que pudieras ingresar en tu cuenta por concepto de aguinaldos u otras prestaciones.

5 Cuentos Navideños

Prácticas de temporada que ponen en riesgo tus finanzas.

Cada año vemos lo mismo en los centros comerciales: desde octubre los renos conviven con los espantapájaros y las calabazas. En los escaparates aparecen frases como: “Compra hoy y paga hasta 2012” y “Paga a 12 meses sin intereses”. A medida que se acerca el fin de año, inician los preparativos para las posadas, los intercambios, las cenas, los regalos, los viajes...

¿Dónde acaba el gusto y comienza el gasto? Para tenerlo claro es preciso ser cuidadoso y aprender a identificar los fantasmas del consumismo y el derroche que se presentan disfrazados de espíritu navideño. Para convivir con tu familia y pasarla bien no es forzoso hacer grandes gastos, estresarte en compras de pánico o dejarte llevar por la publicidad. Peor aún: si escapan a tu control, éstas y otras prácticas pueden poner en riesgo tus finanzas y hacer que aquello del “próspero año nuevo” se convierta en una frase hueca.

En las siguientes entradas nos aplicamos a desmentir cinco cuentos navideños que son sólo eso: ficciones de temporada que pretenden que gastes sin pensar. Lo mejor es que, después de leerlos, podrás darte cuenta de que ser un consumidor inteligente no está reñido con el ánimo de fiesta.

El Aguinaldo es Dinero Extra

El aguinaldo es una prestación económica que por ley tu patrón debe entregarte a más tardar el 20 de diciembre. Debe ser equivalente a cuando menos quince días de salario. Es resultado de tu trabajo, no dinero extra.

Aun cuando no hayas laborado todo el año en la empresa, independientemente de que sigas laborando o no, te deben pagar la parte proporcional del mismo (conforme al tiempo que trabajaste). El pago debe ser en efectivo, nada de que te lo quieran dar con vales de despensa o mercancía.

Ver en tu talón de pago una cantidad muy superior a lo que normalmente recibes puede tentarte a invitar a comer a tus amigos o a gastarlo en regalos, como si se tratara de un ingreso que no contemplabas. Antes de demostrar lo espléndido que eres, piensa en los compromisos financieros que tienes… después podrías echar de menos ese dinero que bien te podría servir para cubrir alguno de ellos.

Si planeas con anticipación el uso que quieres darle a tu aguinaldo, podrás aprovecharlo mejor. Te sugerimos ser previsor y dividirlo en tres rubros:

  • Pago de deudas: haz un recuento de tus deudas, ve por cuáles estás pagando más intereses. Si puedes, liquida una o más.
  • Ahorro: comienza el año con el propósito de ahorrar una cantidad fija de tu ingreso al mes, empieza apartando una parte de tu aguinaldo. Divide tu ahorro en: fondo para emergencias y en ahorro para una meta específica. Planea (más adelante te decimos cómo).
  • Gasto: aprovecha este ingreso para hacer compras que realmente necesites en casa. Si cada vez que tienen que hacer una tarea, tus hijos van al café internet, adquirir una computadora sería buena opción: ahorras el costo por hora del servicio y además no tienen que salir de casa (más comodidad).

Toma nota

Para saber cuánto te toca de aguinaldo:

Divide tu salario mensual (sin prestaciones) entre 30 días y el resultado lo multiplicas por los días de aguinaldo que te otorgue la empresa o patrón (mínimo 15 días).


Si no trabajaste todo el año, la parte proporcional se calcula así:

El resultado del paso 1 se divide entre los 365 días del año. El número que obtengas lo multiplicas por los días que trabajaste durante el año. El resultado es tu parte proporcional del aguinaldo.

Fuente: Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo
Si no gastas, no eres feliz

"La navidad significa comprar”, “si no gastas no eres feliz”, “entre más obsequios en el árbol más felicidad en tu casa”, son creencias que te llevan en esta temporada a gastar tu sueldo, el aguinaldo, los bonos especiales y hasta comprometer los ingresos futuros —a través del crédito—, pero realmente ¿comprar garantiza mayor felicidad?

¿Recuerdas qué te trajeron Santa o los Reyes Magos cuando tenías cinco años? No vayamos tan lejos ¿recuerdas qué regalos recibiste la navidad pasada? Son hechos pasajeros que se olvidan con el tiempo. Ahora imagínate que en vez de un juguete Santa te hubiera traído un seguro educativo, que hubiera cubierto tus estudios universitarios, actualmente estarías recibiendo los beneficios o el fruto de ellos. O que tal si, en vez de derrochar el año pasado tu aguinaldo en las fiestas decembrinas hubieras invertido ese dinero en un fondo de ahorro o en cetes, ¿cuánto dinero tendrías ahorrado hasta ahora? (Por lo menos contarías con ese dinero en tu bolsillo).

Aprende a distinguir lo que quieres de lo que necesitas: la publicidad puede ser engañosa, puede hacerte creer que necesitas un producto que acabará en el fondo del armario o en el bote de la basura. Antes de adquirir un artículo, pregúntate si en realidad lo necesitas y qué beneficios vas a obtener de él; pero sobre todo si tu presupuesto te permite adquirirlo. Sé más crítico si piensas comprarlo a crédito, pues imagínate estar pagando por un producto que no cumplió con tus expectativas.

En lugar de cambiar tu computadora que aún sirve, sólo por obtener la de última generación, destina ese dinero a liquidar deudas o a crear un fondo para emergencias que te dé la seguridad, que en caso de un incidente (como una enfermedad o quedarte sin empleo), podrás cubrir tus gastos sin problemas.

Haz una lista de las personas a las que quieras regalar algo: revísala bien, quizá puedas borrar a un par de ellas. Compra obsequios económicos o hazlos tú mismo, comprobarás que no es necesario invertir mucho tiempo y dinero para dejar a una persona contenta con un detalle de nuestra parte. El precio del regalo no representa el cariño que sientes por la persona.

“En Navidad se da un patrón: qué tan bien quiero quedar con el otro, y muchas ocasiones los regalos se dan por una cuestión de compromiso. Ten claro, primero, qué es lo que quieres expresar”. Mario Pérez Ladrón, experto en psicofinanzas.

Tampoco debes creerte el cuento de que es obligatorio regalarle algo a cada miembro de la familia. Eso podría afectar considerablemente tus finanzas. Busca los precios más accesibles. Una opción es organizar a la familia y realizar un intercambio poniendo un monto máximo para el costo de los obsequios, de tal forma que cada integrante de tu familia reciba un regalo, con esto ahorrarás una cantidad considerable (que podrías utilizar para otros fines, como la compra de un seguro para tu auto). También, no está mal que cada quien se compre su propio regalo (con pleno conocimiento de qué es lo que se desea o necesita).

Si te gusta estrenar ropa para recibir el año nuevo, fija una cantidad tope y ajústate a ella (no pasará nada si inicias el año con algo bonito que tengas guardado en tu ropero). Considera que enero es un mes de rebajas, lo más recomendable es apartar dinero para hacer estas compras a principio de año. Además de dinero, también ahorrarás tiempo.

Si quieres estrenar un gadget, por ejemplo un teléfono que te permita entrar a internet, pregúntate si harás uso de este servicio (pues si lo contratas en plan, estarás pagando por algo que no requieres). Si quieres un teléfono para tomar fotos quizá puedas conseguir una buena cámara digital por menos de la mitad de lo que cuesta el celular de moda.

Concientiza a tus hijos que escribir una carta a Santa o a los Reyes no es hacer un pedido por correo, dile que cuente qué le pasó en el año, cómo está su familia, si se enfermó el perro y sus planes para el próximo año. Reflexiona con ellos qué pasó con sus regalos del año pasado y enséñales a priorizar sus necesidades. Esto además de ayudarlos a ser más conscientes de lo que quieren y necesitan, cuidará tus finanzas.

Cometes un error si les compras todo lo que quieren sin importar que en enero recurras al empeño de la televisión y hasta el refrigerador. Toma en cuenta que después del 6 de enero los juguetes bajan de precio (puede ser una alternativa: que los Reyes se retrasen un poco ¡no pasará nada!).

“El árbol de Navidad es un símbolo de unión familiar, puedes incluso hacerlo tù mismo con tu familia, puede ser de papel u otro material. Si tienes niños, estas actividades les encantarán”. Mario Pérez Ladrón, experto en psicofinanzas.
Compra hoy y paga después

Los centros comerciales se llenan de ofertas y promociones como las clásicas “Compra hoy y paga después” o “Paga a meses sin intereses”. Al comprar así comprometes tus ingresos futuros, lo que podría desbalancear tu presupuesto (¿de dónde crees que sale la famosa cuesta de enero?). El crédito es útil para diferir el pago de una compra que no podrías hacer de contado, aprovéchalo para comprar bienes útiles para el hogar y tu familia, no objetos que pierdan su valor rápidamente. Toma en cuenta que la suma de pequeñas mensualidades puede convertirse en una deuda grande difícil de pagar.

Antes de comprar a meses sin intereses:

  • Piensa antes de firmar. Pregúntate si el artículo que vas a adquirir lo necesitas o sólo lo quieres comprar por la promoción.
  • Compara. Pregunta por el precio del producto en distintos establecimientos antes de comprarlo, eso te permitirá averiguar si realmente lo estás adquiriendo al mismo precio a meses sin intereses que si lo pagaras de contado.
  • Haz cuentas. Divide el importe total de la compra entre el número de pagos y anótalos en tu presupuesto mensual, con esto tendrás un mejor control en tus pagos. Adicionalmente lleva un registro de cada una de las compras que realices con cada tarjeta y así sabrás cuánto debes en realidad.
  • Compra bienes duraderos. Para que tu compra se convierta en una inversión y no en una carga financiera, ten en cuenta los beneficios y la vida útil del artículo que estas adquiriendo, que se prolongue más allá de los meses que durará tu deuda.
  • Revisa y guarda los vouchers. Verifica al momento de firmar que la cantidad que aparece en el voucher sea la correcta y que te hagan válida la promoción. Guarda los comprobantes, pues estos son necesarios para cualquier aclaración.
  • Paga a tiempo. Si no cumples con una mensualidad, tu deuda comenzará a generar intereses, por lo que es importante que conozcas y respetes las fechas de corte y de pago.

Toma nota

Meses o pagos fijos

No te confundas: las promociones a meses sin intereses es un esquema distinto al de crédito a pagos fijos, en este último sí pagas intereses que se amortizan junto con el capital a plazos semanales, quincenales o mensuales. Si estás decidido a comprar un producto y tienes la oportunidad de adquirirlo a meses sin intereses, privilegia esta opción sobre pagos fijos.

TIPS PARA EL MANEJO SANO DE LAS DEUDAS
  • Las deudas deben ser contratadas en pesos y a tasa fija.
  • Ten cuidado cuando contraigas deudas a largo plazo, por ejemplo, un crédito hipotecario o automotriz. La idea de pagar hoy mensualidades bajas que vayan en ascenso en el tiempo porque confías en que tu sueldo o ingreso también lo hará, es una premisa que escapa a tu control.
  • Usa tu tarjeta de crédito como medio de pago, no de financiamiento. De ser posible paga todo lo que consumiste en el mes. Si no te es posible, trata de pagar al menos dos veces el pago mínimo solicitado en tu estado de cuenta, así evitarás pagar muchos intereses y cubrirás la deuda en menos tiempo.
  • Utiliza el crédito para generar patrimonio (por ejemplo la hipoteca); no para cubrir tus gastos de consumo del día a día (tarjetas de crédito).
  • Si vas a comprar algo a crédito, estudia distintas opciones y compara su Costo Anual Total (CAT). Recuerda que entre más alto es el CAT, más pagarás.
  • Ojo con los planes de compra a meses sin intereses. De poquito en poquito, tu dinero se te puede ir de las manos sin darte cuenta y caer en la insolvencia.
  • Cuida tu historial crediticio. Es una herramienta que siempre debes tener disponible para aprovechar oportunidades y planear tus metas patrimoniales de corto, mediano y largo plazo.
¿Para qué ajustarse el cinturón?
(¡En 2012 se acaba el mundo)

Muchos creen tan cierto este mito, que preferirán “disfrutar al máximo” este fin de año con una borrachera financiera. El problema es que el mundo seguirá y sus finanzas sí quedarán acabadas. Una encuesta reveló que 72% de los mexicanos prefiere resolver sus necesidades actuales y después pensar en el futuro. Sin embargo, no contar con dinero para el futuro genera en más de la mitad (54%) un sentimiento de culpabilidad. Tú, ¿eres de los que vive el momento o planea su futuro? ¿cómo planeas vivir esta temporada navideña?

Que tu ingreso sea mayor al que recibes en otros meses es una oportunidad para lograr un cambio radical en tus finanzas. Con esto no te estamos diciendo que seas un grinch y que no celebres la navidad, sino que lo hagas con mesura.

El primer paso es elaborar un presupuesto especial para la temporada navideña. Las compras para la cena navideña, los regalos y otros gastos implican un tratamiento especial al ser un egreso que sólo se da una vez al año. Un presupuesto es un registro de tus ingresos y gastos. Sigue estos pasos para hacer el tuyo:

Identifica tus ingresos: saca pluma y papel, registra como ingresos tu aguinaldo y otras prestaciones u entradas que sabes obtendrás en este mes, independientes de tu sueldo. Con tu salario cubre tus gastos corrientes (renta, servicios, transporte, alimentación), y lo correspondiente al pago de deudas y lo que destinas al ahorro.

Identifica a qué quieres destinar tu ingreso: piensa en los gastos de la temporada.
Piensa también en conceptos que hagan crecer tu dinero o calidad de vida, no sólo en compras de esta temporada, si no en desembolsos que te den beneficios que perduren:

  • Liquidar deudas o “bajarle” al monto adeudado.
  • Comenzar un plan de ahorro o inversión para alcanzar metas de corto (de hoy a tres meses), mediano (hasta un año) o largo plazo (más de un año). Por ejemplo, si tu deseo es comprar un auto, en lugar de gastar todo tu aguinaldo en el enganche del mismo, arma una estrategia de ahorro que te permita dar un mayor enganche para pagar menos intereses y liquidar en un menor plazo.

Saca tu balance. A la suma de tus ingresos réstale tus gastos. Lo deseable es que sean mayores los ingresos que los gastos; es decir, que cuentes con un excedente para liquidar deudas (si las tienes), ahorrar o invertir. Esto último le dará mayor estabilidad a tus finanzas en este año que comienza. Pero ¿cómo lograrlo?

Prioriza y recorta. Por ejemplo, si tu refrigerador ya no funciona y hace ruidos extraños, esta puede ser una buena oportunidad para sustituirlo por uno que incluso ahorre energía. Pero si el tuyo aún funciona y no es tan viejo, cambiarlo por otro podría ser sólo un capricho. Al hacer la lista de gastos analiza uno por uno: ¿lo necesito? ¿puedo prescindir de él? Prioriza necesidades frente a deseos: elimina o recorta aquellos que sean superfluos.

Ponte límites. No es lo mismo calcular en papel el costo que crees tendrá un regalo, el arbolito navideño o el pavo, que ir a la tienda o centro comercial y empezar a agregar los productos al carrito. Antes de salir corriendo a comprar lo que necesitas, ponte límites: por ejemplo, “para el regalo de mamá gastaré máximo $200”, “para la cena máximo $500”. Aterriza lo más que puedas los gastos que planeas realizar; piensa: ¿con $200 qué puedo regalarle a mi mamá: un libro, unas flores, o unos chocolates? ¿dónde los puedo conseguir? Pues si vas al centro comercial pensando que ya estando ahí se te ocurrirá qué comprarle a mamá, lo más seguro es que acabes con un par de productos de más.

Planea tus compras. Las compras de última hora son las más costosas, pues te impiden comparar precio y calidad, y además te generan un estrés innecesario. Tampoco realices un viaje que no planeaste (pueden salirte bien las cosas, pero corres riesgos): reserva con anticipación, pues en temporada alta los hoteles pueden subir sus tarifas y agotar su capacidad. Si tienes la facilidad de viajar en otra época del año, mejor planea tus vacaciones para temporada baja, te ahorrarás dinero y seguramente recibirás un mejor servicio. Toma en cuenta que si viajas en auto, tendrás que presupuestar su revisión, la gasolina y el pago de casetas.

Planea: Si tienes vacaciones en diciembre, aprovecha para hacer una lista de tus metas financieras (comprar una casa, poner un negocio propio) y cuánto necesitas para alcanzarlas. Destina una parte de tu aguinaldo al ahorro y la inversión.

¿Cómo lidiar con la abundancia?

Diciembre. Noches de paz… y de consumo. En esta época las opciones para gastar tu dinero se multiplican: los vendedores de autos alaban las virtudes de los nuevos modelos, las tiendas amplían su sección de juguetes, los fabricantes de gadgets y electrodomésticos lanzan nuevas versiones de sus productos. Y en todos los espacios imaginables se anuncian las más variadas mercancías.

¿Te ha ocurrido que sales a un centro comercial y acabas fastidiado, sin decidir qué comprar? ¿O que al elegir una computadora ves tantas marcas y modelos que terminas cansado, confundido, sin saber cuál es la mejor opción? No nos extrañaría que te hayas sentido así: esa insatisfacción es causada por dinámicas comerciales en las que participamos incluso sin darnos cuenta, y es un fenómeno que ocurre cada vez más, sobre todo en temporadas en que el consumo se dispara. Para que este diciembre puedas tomar mejores decisiones, te presentamos tres factores que debes tomar en cuenta:

Más no significa mejor

Al menos no necesariamente. Es cierto, la posibilidad de elegir mejora nuestra calidad de vida porque nos permite controlar nuestro destino, pero es equivocado creer que cualquier decisión cambiará nuestra vida. Estudios recientes demuestran que un exceso de opciones no genera bienestar: por el contrario, puede desembocar en sentimientos de insatisfacción e incluso conducir a la depresión clínica.

“Nos hacemos un flaco favor al equiparar de forma demasiado automática la libertad con la capacidad de elección, como si al aumentar el número de opciones disponibles incrementáramos necesariamente la libertad”, señala Barry Schwartz, autor de Por qué más es menos, la tiranía de la abundancia (Taurus, 2005). “Muy al contrario, creo firmemente que sacamos el máximo provecho a nuestras libertades cuando aprendemos a elegir bien las cosas que tienen importancia, al tiempo que evitamos preocuparnos demasiado por las que no la tienen”.

Profesor de Teoría y Acción Social en Swarthmore College, Pennsylvania, Schwartz explica que “comprar la marca equivocada de galletas no tiene consecuencias importantes desde el punto de vista emocional o financiero”, y por esa razón no tiene sentido dedicar mucho tiempo a elegir cuáles galletas compraremos en el súper. Generalmente acostumbramos comprar una marca, sin cuestionarnos demasiado si debemos probar otras.

Lamentablemente, agrega, no siempre es así: hay productos cuya adquisición puede tener consecuencias inmediatas en nuestra vida: una computadora, un coche, por supuesto una casa. Si nos equivocamos al elegir tendremos que aguantarnos (o devolverlo y repetir el dificultoso proceso de selección). Además no podemos basarnos en la costumbre como método para simplificar nuestra decisión, porque no nos compramos un coche cada mes, y porque algunos productos cambian tan de prisa que nos arriesgamos a que el modelo que habíamos adquirido ya no exista cuando vayamos a cambiarlo. Así pues, antes de meterte en un laberinto de opciones, identifica si se trata de una decisión importante para ti.

A veces no existe la mejor opción

Cuando evaluamos opciones, no las aislamos de otras alternativas, por el contrario, la comparamos. Elegir A implica renunciar a B. Pero en muchos casos, elegir A implica renunciar a B, C y D. Schwartz explica que es muy raro que una opción sea claramente mejor en todos los sentidos que el resto. Elegir casi siempre implica dejar a un lado algo valioso. Aquello a lo que tenemos que renunciar, ya sea por falta de dinero o de tiempo, se le conoce como costo de oportunidad.

En el capítulo 6 de Por qué más es menos, Schwartz explica por qué el costo de oportunidad nos dificulta tomar decisiones: “tener múltiples alternativas nos hace más fácil imaginar otras que en realidad no existen, alternativas que combinan aspectos atractivos de las que sí existen. Y si permitimos que nuestra imaginación se desborde, nos sentiremos aún menos satisfechos con la opción elegida”. Después agrega: “si hubiera una forma objetiva de saber cuáles son las mejores vacaciones, el mejor trabajo o la mejor manera de pasar un sábado por la noche, entonces añadir opciones sería mejor para todos: cualquier nueva opción podría convertirse en la mejor. Pero no hay unas vacaciones que sean las mejores objetivamente, ni un trabajo, ni una manera de pasar el sábado por la noche. Finalmente, lo que a la gente le importa respecto a la calidad de las opciones es la experiencia subjetiva que le proporcionan esas opciones. Y si, llegados a un punto, añadir más opciones empobrece nuestra experiencia subjetiva, mejor será tener menos opciones”.

Para evitar esta trampa, antes de adquirir un producto o servicio identifica cuál necesidad buscas satisfacer al adquirirlo. Eso te ayudará a fijar la característica que más te interesa del producto. Si vas a comprar una chamarra, por ejemplo, su característica esencial es que te proteja del frío, no que sea de cierta marca o que tenga estampada alguna imagen. Si estás consciente de que elegiste el producto que, en un renglón específico, respondía mejor a tus expectativas, no dudarás acerca de tus decisiones.

¿Buscas sólo lo mejor?

Si eres de aquellos que “se conforman sólo con lo mejor”, quizá tú solo te estás tendiendo trampas, pues la única forma de saber que estás eligiendo la mejor opción es comprobar todas las alternativas. Barry Schwartz pone un ejemplo: supongamos que vas a un almacén para comprar un suéter. Después de una hora, encuentras uno que te convence: el color es atractivo, la forma y la textura te agradan, el precio no está mal. Pero sabes que cerca de allí hay otra tienda en donde venden ropa, y te molesta la idea de que allá puedas encontrar un suéter que te guste aún más, o que esté a un mejor precio. El riesgo es que, una vez que hayas revisado todos los suéteres de esa tienda, sentirás la tentación de revisar otra, y otra…a eso, Barry Schwartz le llama maximizar.

“Como estrategia de decisión, maximizar es una tarea difícil y se va haciendo más difícil al aumentar el número de opciones”, señala. La alternativa es darte por satisfecho con algo suficientemente bueno, sin preocuparte por la posibilidad de que pueda existir algo mejor. No se trata de ser conformista. Se trata de no atormentarte con las posibilidades. Buscar “sólo lo mejor de lo mejor” genera mucha insatisfacción, pues en cada decisión inviertes más tiempo y esfuerzo. En cambio, al optar por productos que satisfacen tu necesidad, te apartas de los fantasmas que se producen por el exceso de opciones, entre ellos, uno muy común: el arrepentimiento. Imagínate qué va a pasar si después de buscar el suéter por seis días te decides por uno y lo compras, sólo para hallar en un escaparate, la semana entrante, uno que te gusta más, o el mismo que compraste a mejor precio.

Ve al fondo del asunto

En diciembre todo conspira para que consumas. Mantente atento a la forma en que te dicen las cosas para influir en tu decisión. Veamos un ejemplo: supongamos que llegas a un sitio donde hay dos zapaterías, una frente a otra. Una de ellas ofrece un descuento por pagar en efectivo, y tiene grandes carteles que dicen:

En la zapatería de enfrente, donde cada par de zapatos cuesta $200, hay a un lado de la caja un pequeño letrero dice:

Más allá de las distintas formas de presentar la información, no hay diferencias en cuanto los precios que ofrecen ambas zapaterías. ¿Cómo saber si la primera zapatería realmente presenta una oferta, o la segunda hace un recargo? No podemos saberlo sólo observando los letreros. Es preciso conocer el precio de referencia, es decir, el valor de los zapatos en el mercado. Si los zapatos realmente valen $200, entonces la oferta del primer establecimiento es sólo un truco publicitario.

Quizá te parezca una nimiedad atender a esta clase de detalles. No obstante, si observas con cuidado, te darás cuenta de que las tiendas están llenas de ellos. Antes de tomar una decisión… ¡ve al fondo del asunto e infórmate!

¿Quieres más?

En Por qué más es menos (Taurus, 2005) Barry Schwartz explica en qué punto la elección se resuelve contra nuestro bienestar psíquico y emocional; y cómo la dramática explosión de oferta en todos los ámbitos se ha convertido paradójicamente en un problema en vez de ser una solución.

La Cuesta de Enero

La famosa cuesta de enero es el concepto con el que justificamos como sociedad nuestra mala administración del dinero. Haz el esfuerzo desde diciembre: consume sólo lo que necesitas, compara precios, no hagas compras por impulso, paga deudas y crea un pequeño fondo de reserva en lugar de empezar el año pidiendo prestado a tasas de interés elevadas. Enero puede ser un mes como cualquier otro, si así lo decides, la clave está en administrar tu aguinaldo con inteligencia.

Recuerda que en enero tendrás que hacer pagos importantes: el pago del impuesto predial, el seguro del auto, la declaración de impuestos, entre otros. Reserva una parte de tu aguinaldo para hacer estos pagos.





“Sé consciente de cuánto debes, cuánto tienes ahorrado y aprende a presupuestar tu aguinaldo para no gastarlo todo”. Mario Pérez Ladrón, experto en psicofinanzas.

Gasto y ahorro ¿En equilibrio?

Para algunos ahorrar significa hacer un sacrificio, para otros es un medio para alcanzar sus metas. Responde diez preguntas para identificar tus patrones de consumo y ahorro, y cómo éstos inciden en tus finanzas.

  1. ¿Cuánto de tu ingreso mensual destinas al ahorro?
    1. Más del 20%.
    2. Lo que me sobre después de mis gastos.
    3. Ninguno, no me alcanza.
  2. Consideras que el ingreso que recibes actualmente:
    1. Me permite destinar un monto fijo al ahorro.
    2. A penas me permite cubrir mis gastos.
    3. No me alcanza, acabo pidiendo prestado para terminar la quincena.
  3. Recibes dinero que no esperabas recibir (te pagaron un préstamo que considerabas perdido o recibiste un bono de productividad en tu trabajo), qué haces con ese dinero:
    1. Lo ahorro.
    2. Lo destino al pago de deudas.
    3. Celebro yendo de compras o, de paseo con mi familia o amigos.
  4. Es cumpleaños de un amigo, le regalas algo que:
    1. Aunque no cueste mucho, sé que le agradará.
    2. Me alcance con el dinero que tengo
    3. Sin importar cuanto cueste sé que lo sorprenderá.
  5. Tu cuenta de teléfono, luz, agua o gas es mayor de lo que esperabas:
    1. Nunca.
    2. A veces.
    3. Siempre.
  6. Si hoy te quedarás sin trabajo cuánto tiempo podrías sostener tus gastos:
    1. Más o menos tres meses.
    2. Un mes.
    3. Ni una quincena.
  7. Antes de comprar un producto, analizas:
    1. Precio y calidad.
    2. Calidad.
    3. Que tan llamativo es/que esté de moda.
  8. ¿Cada mes o cada quincena planeas los gastos que vas a realizar?
    1. Sí, siempre hago un presupuesto: registro mis ingresos y gastos.
    2. Sí, llevo un registro mental de mis gastos.
    3. Nunca.
  9. Vas con unos amigos o familiares a comer, a la hora de pagar:
    1. Siempre nos repartimos la cuenta.
    2. Algunas veces invito la cuenta cuando mis ingresos me lo permiten.
    3. Siempre invito la cuenta aunque tenga que pagar con tarjeta de crédito.
  10. Ahorras en:
    1. Una cuenta de ahorro, cetes o Afore.
    2. Tandas o debajo del colchón.
    3. No ahorro.
Verifica tus respuestas

Suma todas tus respuestas de acuerdo a los siguientes valores:

a = 1 b = 2 c = 3

10-16 puntos: Haz domesticado tus ahorros.
Esto significa que sin importar qué tan pequeño sea tu ingreso, destinas siempre un porcentaje fijo al ahorro. Planeas con cuidado tus gastos cuidando no excederte y evitas cualquier compra que aparente ser superflua. Pero ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre: ten cuidado en no convertirte en un tacaño. La diferencia entre un tacaño y un ahorrador es que este último ahorra persiguiendo sus metas, el primero no las tiene. Un ahorrador disfruta de una compra que venía planeando desde hace tiempo; un tacaño sufre ante cualquier acción que implique desprenderse de su dinero. Un buen ahorrador, al hacer una compra no sólo se fija en el precio, también en la calidad, pues sabe que a veces lo barato sale caro. Si ya tienes un monto considerable de ahorro, pierde el miedo y comienza a invertir en opciones como fondos de inversión que te permitan alcanzar metas a mediano y largo plazo.

17-23 puntos: Estás en la cuerda floja.
Ahorras cuando puedes y lo que te sobra. No llevas un registro escrito de tus ingresos y gastos, esto muchas veces te hace perder las cuentas. Si bien procuras llevar tus deudas en orden, cualquier imprevisto (una enfermedad o quedarte sin empleo) puede desbalancear tus finanzas y alejarlas de las metas que te has trazado. Esfuérzate por hacer del ahorro un hábito y destina una cantidad fija a este concepto: esto le dará mayor estabilidad a tus finanzas. Una última recomendación: ahorra en instituciones financieras autorizadas como los bancos, ahí tu dinero está seguro y no corres el riesgo que te lo roben como en una tanda o debajo del colchón.

24-30 puntos: Eres un despilfarrador.
¡Cuidado! te encuentras en una situación que fácilmente te puede conducir a la bancarrota. No escatimas en gastos y compras todo aquello que llama tu atención, sin importar si es útil o necesario. Por supuesto, gastas más de lo que ganas, esto se traduce en deudas fuera de control. Este comportamiento se repetirá mes a mes mientras no realices un presupuesto y no te aprietes el cinturón.




 
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