¿Cómo lidiar con la abundancia?

¿Cómo lidiar con la abundancia?

Diciembre. Noches de paz… y de consumo. En esta época las opciones para gastar tu dinero se multiplican: los vendedores de autos alaban las virtudes de los nuevos modelos, las tiendas amplían su sección de juguetes, los fabricantes de gadgets y electrodomésticos lanzan nuevas versiones de sus productos. Y en todos los espacios imaginables se anuncian las más variadas mercancías.

¿Te ha ocurrido que sales a un centro comercial y acabas fastidiado, sin decidir qué comprar? ¿O que al elegir una computadora ves tantas marcas y modelos que terminas cansado, confundido, sin saber cuál es la mejor opción? No nos extrañaría que te hayas sentido así: esa insatisfacción es causada por dinámicas comerciales en las que participamos incluso sin darnos cuenta, y es un fenómeno que ocurre cada vez más, sobre todo en temporadas en que el consumo se dispara. Para que este diciembre puedas tomar mejores decisiones, te presentamos tres factores que debes tomar en cuenta:

Más no significa mejor

Al menos no necesariamente. Es cierto, la posibilidad de elegir mejora nuestra calidad de vida porque nos permite controlar nuestro destino, pero es equivocado creer que cualquier decisión cambiará nuestra vida. Estudios recientes demuestran que un exceso de opciones no genera bienestar: por el contrario, puede desembocar en sentimientos de insatisfacción e incluso conducir a la depresión clínica.

“Nos hacemos un flaco favor al equiparar de forma demasiado automática la libertad con la capacidad de elección, como si al aumentar el número de opciones disponibles incrementáramos necesariamente la libertad”, señala Barry Schwartz, autor de Por qué más es menos, la tiranía de la abundancia (Taurus, 2005). “Muy al contrario, creo firmemente que sacamos el máximo provecho a nuestras libertades cuando aprendemos a elegir bien las cosas que tienen importancia, al tiempo que evitamos preocuparnos demasiado por las que no la tienen”.

Profesor de Teoría y Acción Social en Swarthmore College, Pennsylvania, Schwartz explica que “comprar la marca equivocada de galletas no tiene consecuencias importantes desde el punto de vista emocional o financiero”, y por esa razón no tiene sentido dedicar mucho tiempo a elegir cuáles galletas compraremos en el súper. Generalmente acostumbramos comprar una marca, sin cuestionarnos demasiado si debemos probar otras.

Lamentablemente, agrega, no siempre es así: hay productos cuya adquisición puede tener consecuencias inmediatas en nuestra vida: una computadora, un coche, por supuesto una casa. Si nos equivocamos al elegir tendremos que aguantarnos (o devolverlo y repetir el dificultoso proceso de selección). Además no podemos basarnos en la costumbre como método para simplificar nuestra decisión, porque no nos compramos un coche cada mes, y porque algunos productos cambian tan de prisa que nos arriesgamos a que el modelo que habíamos adquirido ya no exista cuando vayamos a cambiarlo. Así pues, antes de meterte en un laberinto de opciones, identifica si se trata de una decisión importante para ti.

A veces no existe la mejor opción

Cuando evaluamos opciones, no las aislamos de otras alternativas, por el contrario, la comparamos. Elegir A implica renunciar a B. Pero en muchos casos, elegir A implica renunciar a B, C y D. Schwartz explica que es muy raro que una opción sea claramente mejor en todos los sentidos que el resto. Elegir casi siempre implica dejar a un lado algo valioso. Aquello a lo que tenemos que renunciar, ya sea por falta de dinero o de tiempo, se le conoce como costo de oportunidad.

En el capítulo 6 de Por qué más es menos, Schwartz explica por qué el costo de oportunidad nos dificulta tomar decisiones: “tener múltiples alternativas nos hace más fácil imaginar otras que en realidad no existen, alternativas que combinan aspectos atractivos de las que sí existen. Y si permitimos que nuestra imaginación se desborde, nos sentiremos aún menos satisfechos con la opción elegida”. Después agrega: “si hubiera una forma objetiva de saber cuáles son las mejores vacaciones, el mejor trabajo o la mejor manera de pasar un sábado por la noche, entonces añadir opciones sería mejor para todos: cualquier nueva opción podría convertirse en la mejor. Pero no hay unas vacaciones que sean las mejores objetivamente, ni un trabajo, ni una manera de pasar el sábado por la noche. Finalmente, lo que a la gente le importa respecto a la calidad de las opciones es la experiencia subjetiva que le proporcionan esas opciones. Y si, llegados a un punto, añadir más opciones empobrece nuestra experiencia subjetiva, mejor será tener menos opciones”.

Para evitar esta trampa, antes de adquirir un producto o servicio identifica cuál necesidad buscas satisfacer al adquirirlo. Eso te ayudará a fijar la característica que más te interesa del producto. Si vas a comprar una chamarra, por ejemplo, su característica esencial es que te proteja del frío, no que sea de cierta marca o que tenga estampada alguna imagen. Si estás consciente de que elegiste el producto que, en un renglón específico, respondía mejor a tus expectativas, no dudarás acerca de tus decisiones.

¿Buscas sólo lo mejor?

Si eres de aquellos que “se conforman sólo con lo mejor”, quizá tú solo te estás tendiendo trampas, pues la única forma de saber que estás eligiendo la mejor opción es comprobar todas las alternativas. Barry Schwartz pone un ejemplo: supongamos que vas a un almacén para comprar un suéter. Después de una hora, encuentras uno que te convence: el color es atractivo, la forma y la textura te agradan, el precio no está mal. Pero sabes que cerca de allí hay otra tienda en donde venden ropa, y te molesta la idea de que allá puedas encontrar un suéter que te guste aún más, o que esté a un mejor precio. El riesgo es que, una vez que hayas revisado todos los suéteres de esa tienda, sentirás la tentación de revisar otra, y otra…a eso, Barry Schwartz le llama maximizar.

“Como estrategia de decisión, maximizar es una tarea difícil y se va haciendo más difícil al aumentar el número de opciones”, señala. La alternativa es darte por satisfecho con algo suficientemente bueno, sin preocuparte por la posibilidad de que pueda existir algo mejor. No se trata de ser conformista. Se trata de no atormentarte con las posibilidades. Buscar “sólo lo mejor de lo mejor” genera mucha insatisfacción, pues en cada decisión inviertes más tiempo y esfuerzo. En cambio, al optar por productos que satisfacen tu necesidad, te apartas de los fantasmas que se producen por el exceso de opciones, entre ellos, uno muy común: el arrepentimiento. Imagínate qué va a pasar si después de buscar el suéter por seis días te decides por uno y lo compras, sólo para hallar en un escaparate, la semana entrante, uno que te gusta más, o el mismo que compraste a mejor precio.

Ve al fondo del asunto

En diciembre todo conspira para que consumas. Mantente atento a la forma en que te dicen las cosas para influir en tu decisión. Veamos un ejemplo: supongamos que llegas a un sitio donde hay dos zapaterías, una frente a otra. Una de ellas ofrece un descuento por pagar en efectivo, y tiene grandes carteles que dicen:

En la zapatería de enfrente, donde cada par de zapatos cuesta $200, hay a un lado de la caja un pequeño letrero dice:

Más allá de las distintas formas de presentar la información, no hay diferencias en cuanto los precios que ofrecen ambas zapaterías. ¿Cómo saber si la primera zapatería realmente presenta una oferta, o la segunda hace un recargo? No podemos saberlo sólo observando los letreros. Es preciso conocer el precio de referencia, es decir, el valor de los zapatos en el mercado. Si los zapatos realmente valen $200, entonces la oferta del primer establecimiento es sólo un truco publicitario.

Quizá te parezca una nimiedad atender a esta clase de detalles. No obstante, si observas con cuidado, te darás cuenta de que las tiendas están llenas de ellos. Antes de tomar una decisión… ¡ve al fondo del asunto e infórmate!

¿Quieres más?

En Por qué más es menos (Taurus, 2005) Barry Schwartz explica en qué punto la elección se resuelve contra nuestro bienestar psíquico y emocional; y cómo la dramática explosión de oferta en todos los ámbitos se ha convertido paradójicamente en un problema en vez de ser una solución.

La Cuesta de Enero

La famosa cuesta de enero es el concepto con el que justificamos como sociedad nuestra mala administración del dinero. Haz el esfuerzo desde diciembre: consume sólo lo que necesitas, compara precios, no hagas compras por impulso, paga deudas y crea un pequeño fondo de reserva en lugar de empezar el año pidiendo prestado a tasas de interés elevadas. Enero puede ser un mes como cualquier otro, si así lo decides, la clave está en administrar tu aguinaldo con inteligencia.

Recuerda que en enero tendrás que hacer pagos importantes: el pago del impuesto predial, el seguro del auto, la declaración de impuestos, entre otros. Reserva una parte de tu aguinaldo para hacer estos pagos.





“Sé consciente de cuánto debes, cuánto tienes ahorrado y aprende a presupuestar tu aguinaldo para no gastarlo todo”. Mario Pérez Ladrón, experto en psicofinanzas.

Para algunos ahorrar significa hacer un sacrificio, para otros es un medio para alcanzar sus metas. Responde diez preguntas para identificar tus patrones de consumo y ahorro, y cómo éstos inciden en tus finanzas.

  1. ¿Cuánto de tu ingreso mensual destinas al ahorro?
    1. Más del 20%.
    2. Lo que me sobre después de mis gastos.
    3. Ninguno, no me alcanza.
  2. Consideras que el ingreso que recibes actualmente:
    1. Me permite destinar un monto fijo al ahorro.
    2. A penas me permite cubrir mis gastos.
    3. No me alcanza, acabo pidiendo prestado para terminar la quincena.
  3. Recibes dinero que no esperabas recibir (te pagaron un préstamo que considerabas perdido o recibiste un bono de productividad en tu trabajo), qué haces con ese dinero:
    1. Lo ahorro.
    2. Lo destino al pago de deudas.
    3. Celebro yendo de compras o, de paseo con mi familia o amigos.
  4. Es cumpleaños de un amigo, le regalas algo que:
    1. Aunque no cueste mucho, sé que le agradará.
    2. Me alcance con el dinero que tengo
    3. Sin importar cuanto cueste sé que lo sorprenderá.
  5. Tu cuenta de teléfono, luz, agua o gas es mayor de lo que esperabas:
    1. Nunca.
    2. A veces.
    3. Siempre.
  6. Si hoy te quedarás sin trabajo cuánto tiempo podrías sostener tus gastos:
    1. Más o menos tres meses.
    2. Un mes.
    3. Ni una quincena.
  7. Antes de comprar un producto, analizas:
    1. Precio y calidad.
    2. Calidad.
    3. Que tan llamativo es/que esté de moda.
  8. ¿Cada mes o cada quincena planeas los gastos que vas a realizar?
    1. Sí, siempre hago un presupuesto: registro mis ingresos y gastos.
    2. Sí, llevo un registro mental de mis gastos.
    3. Nunca.
  9. Vas con unos amigos o familiares a comer, a la hora de pagar:
    1. Siempre nos repartimos la cuenta.
    2. Algunas veces invito la cuenta cuando mis ingresos me lo permiten.
    3. Siempre invito la cuenta aunque tenga que pagar con tarjeta de crédito.
  10. Ahorras en:
    1. Una cuenta de ahorro, cetes o Afore.
    2. Tandas o debajo del colchón.
    3. No ahorro.
Verifica tus respuestas

Suma todas tus respuestas de acuerdo a los siguientes valores:

a = 1 b = 2 c = 3

10-16 puntos: Haz domesticado tus ahorros.
Esto significa que sin importar qué tan pequeño sea tu ingreso, destinas siempre un porcentaje fijo al ahorro. Planeas con cuidado tus gastos cuidando no excederte y evitas cualquier compra que aparente ser superflua. Pero ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre: ten cuidado en no convertirte en un tacaño. La diferencia entre un tacaño y un ahorrador es que este último ahorra persiguiendo sus metas, el primero no las tiene. Un ahorrador disfruta de una compra que venía planeando desde hace tiempo; un tacaño sufre ante cualquier acción que implique desprenderse de su dinero. Un buen ahorrador, al hacer una compra no sólo se fija en el precio, también en la calidad, pues sabe que a veces lo barato sale caro. Si ya tienes un monto considerable de ahorro, pierde el miedo y comienza a invertir en opciones como fondos de inversión que te permitan alcanzar metas a mediano y largo plazo.

17-23 puntos: Estás en la cuerda floja.
Ahorras cuando puedes y lo que te sobra. No llevas un registro escrito de tus ingresos y gastos, esto muchas veces te hace perder las cuentas. Si bien procuras llevar tus deudas en orden, cualquier imprevisto (una enfermedad o quedarte sin empleo) puede desbalancear tus finanzas y alejarlas de las metas que te has trazado. Esfuérzate por hacer del ahorro un hábito y destina una cantidad fija a este concepto: esto le dará mayor estabilidad a tus finanzas. Una última recomendación: ahorra en instituciones financieras autorizadas como los bancos, ahí tu dinero está seguro y no corres el riesgo que te lo roben como en una tanda o debajo del colchón.

24-30 puntos: Eres un despilfarrador.
¡Cuidado! te encuentras en una situación que fácilmente te puede conducir a la bancarrota. No escatimas en gastos y compras todo aquello que llama tu atención, sin importar si es útil o necesario. Por supuesto, gastas más de lo que ganas, esto se traduce en deudas fuera de control. Este comportamiento se repetirá mes a mes mientras no realices un presupuesto y no te aprietes el cinturón.






 
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